Entre tantos tesoros que Tucumán posee y la mayoría de los tucumanos ignora está la serie de construcciones coloniales de los jesuitas que incluye la mítica estancia de La Banda de Tafí del Valle, hoy Museo Jesuítico. Ese complejo todavía proyecta el valor de la primera obra justa que conocieron los habitantes de la zona de parte de los conquistadores y colonizadores europeos, según el juicio que el erudito Paul Groussac plasmó en su “Ensayo histórico sobre el Tucumán” (1882). El historiador francés sentenció que los gobernadores y encomenderos venales no toleraban la inteligencia y laboriosidad de la Compañía de Jesús, y, por eso, la persiguieron hasta extirparla (se informa por separado). La expulsión de la orden en 1767; la confiscación de los bienes, y la destrucción del programa de producción y evangelización no lograron borrar el legado ni sus valores. Esta riqueza puede volver a ser el faro que fue: un plan impulsado por el Ente Autárquico Tucumán Turismo pretende “encender” la estancia más antigua, y convertirla en un hito insoslayable para locales y forasteros.
A grandes rasgos, el objetivo es transformar el Museo Jesuítico de La Banda ubicado a menos de 1 km de distancia de la villa en una especie de “Casa Histórica tafinista”. La estrategia implica, entre otros trabajos, el tratamiento del exterior y del interior del casco y la capilla, y la incorporación de un espectáculo de luz y sonido con tecnología de punta que “obligue” a los visitantes a pernoctar al menos una noche en su gira por los pueblos norteños de altura. Ese objetivo abre perspectivas halagüeñas para los hoteleros, cabañeros y comerciantes instalados en una plaza con altibajos intensos. Y en estos paisajes esplendorosos, quien dice una noche, dice dos.
En la historia de la estancia habita la propia historia de la conquista y colonización de los Valles Calchaquíes. En 1617, el capitán general don Luis Quiñones de Osorio entregó “en merced” el territorio de Tafí a don Melián de Leguisamo y Guevara. Hacia 1718, esta tierra se convirtió en dominio de los jesuitas que ya habían desembarcado en el continente con sus misiones y empresas. Los seguidores de San Ignacio de Loyola catequizaron y enseñaron “a pescar” mediante el cultivo de las parcelas y la atención del ganado. Una orden del rey Carlos III obligó a la Compañía de Jesús a abandonar su tarea en forma abrupta. A continuación, la Junta de Temporalidades remató las propiedades y comenzó la fragmentación del espacio -primero mediante la instalación de otras estancias- que prosigue hasta la fecha. El casco de La Banda pasó por diferentes manos hasta que, en 1973, la familia Frías Silva la vendió al Estado. La Ley provincial 4.783 de 1977 transfirió el conjunto de bienes muebles e inmuebles a la Municipalidad de Tafí del Valle, que ejerce la titularidad y la custodia del predio y de sus instalaciones. Al año siguiente, la capilla fue declarada Monumento Histórico Nacional.
El programa de refacciones y valorización del patrimonio que “los soldados de Cristo” desarrollaron durante el siglo XVII supone una inversión de U$S 1,6 millón (alrededor de $ 131 millones según la cotización oficial de la divisa). Sebastián Giobellina, presidente del Ente, explicó que los fondos serían aportados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entidad financiera multilateral con la que hay una gestión avanzada en marcha, aunque todavía es prematuro indicar plazos para los desembolsos del préstamo de la línea de corredores turísticos, y para la ejecución del proyecto denominado “Acondicionamiento, recuperación y adecuación de la Estancia Jesuítica de La Banda, Tafí del Valle”. “Primero, hay que conseguir la aprobación en el BID”, advierte Giobellina. En la diligencia están involucradas, entre otras instituciones, el Ministerio de Turismo de la Nación; el organismo de Giobellina; la Unidad de Reconversión del Espacio Público; la Secretaría de Estado UEP (Unidad de Programas y Proyectos) y la Municipalidad de Tafí del Valle.
Un camino internacional
La restauración y ampliación del museo proyectadas tiene el visto bueno de la Comisión Nacional de Monumentos, donde el arquitecto y funcionario tucumano Ricardo Salim se desempeña como delegado. Ese profesional elaboró los planos de las obras que comprenden el rescate de los sectores históricos, y la adición de una edificación nueva “con una arquitectura neutra y amable” para instalar allí baños, bar, depósitos y otros ámbitos de servicio del museo. Las partes antiguas demandan desde hace décadas una refacción integral, como lo prueba la decisión oportuna de la gestión municipal anterior de proceder a “repajar” los techos para impedir que “llueva más adentro que afuera”, como sucedía hasta el año pasado (se informa por separado).
El patrimonio jesuítico está formado por habitaciones para exposiciones transitorias, y la muestra permanente de objetos vinculados con el pasado de los Valles y de los sacerdotes-administradores de la estancia. Además, presenta la mencionada capilla con sus atrio, sacristía y túnel sugestivo; las piezas destinadas a dormitorio; a usos y costumbres, y a auditorio, y la quesería. Todos esos recintos están dispuestos alrededor de patios. El proyecto pretende dotar estas áreas de canales perimetrales para solucionar los problemas de humedad de los muros; rampas de piedra y de nuevos pisos en las fracciones que presentan deterioro, entre muchas otras mejoras. En la sacristía, donde perdura el solado original, la idea es proceder a la reparación y curación de las porciones dañadas.
Interpretación
Más allá de las labores atinentes a la dimensión edilicia está la necesaria tarea de interpretación: sin guiones ni información dispuesta de manera clara y sencilla, todo es en vano. Sólo se puede apreciar lo que se entiende. Por eso el plan turístico otorgaría a este conjunto magnífico -aún con sus achaques actuales- de instancias de comprensión del legado a partir de la confección de inventarios, de catálogos y de folletos, y de la restauración de las obras de arte altoperuanas, de la tapicería y de la carpintería. “Queremos que sea uno de los mejores museos del Norte argentino”, anheló Giobellina. La cereza de este postre es la recreación, a partir de luces, sonidos e imágenes digitales, de la vida y obra de los jesuitas en la que fuera su estancia hasta su destierro. Ese show nocturno permitiría no sólo potenciar las reformas inauguradas en las Ruinas de Quilmes y extender las estadías en los Valles, sino que equipararía el emplazamiento de la Compañía de Jesús en La Banda con el portentoso establecimiento de Misiones.
La documentación preparada a modo de presentación del proyecto específicamente conecta el complejo jesuítico tafinisto con las restantes sedes de la orden en Sudamérica (serían, en total, casi 60). Así como hay un Camino de Santiago que une a Portugal, España y Francia, hay un Camino de los Jesuitas que abarca Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Sólo en Tucumán existen dos mojones ineludibles: el de La Banda y el de La Reducción en Lules. Como se ve, la grandeza de los jesuitas es digna de ser estudiada, conocida e imitada. El faro atrae, pese a la ingratitud a la que fue sometido: como decía Groussac, este ejemplo -ya tricentenario- era y sigue siendo “un reproche vivo” para los administradores de las ex colonia.
Horarios y precios
El museo se puede visitar todos los días
El Museo de la Banda se encuentra en la avenida Gobernador José Manuel Silva, en la zona conocida justamente como La Banda. Está a menos de un kilómetro del centro de la villa. Se lo puede visitar todos los días de 8 a 18. La entrada cuesta $ 100 y por los menores de 12 años se paga $ 50.